sábado, 27 de diciembre de 2014

La primacía del neoliberalismo

Contrario a lo que se piensa, el neoliberalismo podría construir más Estado




Cito extractos de la reseña de John Gray en New Statesman sobre libro The Neoliberal State, de Raymond Plant:


"Hardcore Thatcherites, and their fellow-travellers in New Labour, sometimes question whether there was ever a time when neoliberal ideas shaped policy. Has public spending not continued to rise over recent decades? Is the state not bigger than it has ever been? In practice, however, neoliberalism has created a market state rather than a small state. Shrinking the state has proved politically impossible, so neoliberals have turned instead to using the state to reshape social institutions on the model of the market - a task that cannot be carried out by a small state.
(...) 
An increase in state power has always been the inner logic of neoliberalism, because, in order to inject markets into every corner of social life, a government needs to be highly invasive. Health, education and the arts are now more controlled by the state than they were in the era of Labour collectivism. Once-autonomous institutions are entangled in an apparatus of government targets and incentives. The consequence of reshaping society on a market model has been to make the state omnipresent.
(...) 
Neoliberals are not anarchists, who object to any kind of government, or libertarians, who want to limit the state to the provision of law and order and national defence. A neoliberal state can include a welfare state, but only of the most limited kind. Using the welfare state to realise an ideal of social justice is, for neoliberals, an abuse of power: social justice is a vague and contested idea, and when governments try to realise it they compromise the rule of law and undermine individual freedom. The role of the state should be limited to safeguarding the free market and providing a minimum level of security against poverty."
Han pasado cuatro años desde que se publicó el libro y, hasta ahora, ha recibido escasa atención local. En el Perú se ha asociado cotidianamente el carácter neoliberal del Estado con la reducción de sus propias funciones. En ese mismo sentido, el neoliberalismo determinaría el "piloto automático" de la conducción estatal, respaldado, principalmente, por un notable desempeño macroeconómico.   

Apliquemos el argumento del texto.

En primer lugar, resultará más que evidente que la comparación entre el Estado peruano y británico (el caso más citado de la reseña) sería desproporcionada. Sin embargo, durante las dos últimas décadas en el Perú, las élites económicas y tecnocráticas han actuado de manera similar que los neoliberales británicos: utilizando las instituciones estatales de forma tal que la sociedad (y el Estado mismo) puedan ser (re)convertidas a una lógica de mercado. Los cambios no se limitan a las reformas monetarias de los noventa. Quizá con mayor intensidad en los últimos años, el Estado peruano ha realizado un esfuerzo impresionante por auto-transformarse: desde la implementación del Sistema Nacional de Inversión Pública hasta la promulgación de nuevas leyes que hagan más "eficientes" los recursos humanos del aparato estatal. Incluso, auto-mutilar las funciones del Estado requiere ciertas competencias.

(De ser así, el "empequeñecimiento" del Estado no sería un proceso lineal; exige, en algún momento previo, y en algún lugar, una agencia capaz de hacerlo efectivo).      

En segundo lugar, el neoliberalismo peruano también se distingue del libertarianismo local. Mientras que el primer conjunto de ideas se afianza más en la tecnocracia, los libertarios se han acoplado, en su mayoría, en los medios de comunicación. Por la naturaleza de su trabajo, los tecnócratas neoliberales no pueden renunciar al Estado; deben asumir la necesidad de sus recursos para el diseño y la ejecución de políticas que consoliden la eficacia y eficiencia del Estado y, con ello, facilitar el desempeño del mercado. Esta misión de largo plazo puede generar espacios para cierta autonomía frente a las élites sociales en decisiones relevantes. Basta observar la constante crítica por parte de El Comercio a la labor de ministerios con "iniciativa estatal" como el Midis o Produce.  

Finalmente, y vinculado con lo último, es cierto que la aplicación de ciertas políticas y programas de bienestar ha sido, en el mejor de los casos una extensión de las reformas del neoliberalismo (Roberts 2008). El rol del Estado será, entonces, garantizar un mínimo de provisiones que ayuden a superar la linea de la pobreza, además de incentivos (pero no recursos) para la producción y el desarrollo. Para lograrlo, el Estado neoliberal despliega una maquinaria que permita controlar y focalizar su trabajo.

Perogrullada: el neoliberalismo no es la socialdemocracia. En el Perú, los tecnócratas no están dispuestos a expandir las funciones del Estado, no al menos como finalidad última. Pero tampoco están dispuestos a renunciar a transformarlo y, para hacerlo, sí desactivan el piloto automático. En algunos periodos, el neoliberalismo requiere -todavía- de acción política, aunque no definitivamente en los pasillos del congreso.  



    

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